Vicente Aleixandre plasmó en una frase un dilema que ya ha muerto: “La destrucción o el amor”. Esa disyuntiva ya no es posible sencillamente porque los dilemas han sido abolidos. Nada de lo que gobierna el mundo hoy ha surgido como consecuencia de haber superado un dilema ético, moral o existencial, sino más bien como consecuencia de la supresión de cualquiera de esos valores como principal base para defender un propósito. Ya nada nos abarca sino el hastío, y la soledad (pero esto último pasa desapercibido) Y la amenaza constante, y el rechazo a cualquier preferencia por discreta y pulcra que sea que se atreva existir incluso solo en la mente de alguien.
Ya no se trata de:
Vida o muerte.
Dolor o alivio,
Soledad o compañía.
Justicia o injusticia.
Libertad u opresión.
Pluralismo o tiranía.
Amor u odio.
Ahora es:
Mi vida o la tuya.
Mi alivio o el tuyo.
Mi soledad o la tuya.
Mi libertad o la tuya.
Mi democracia o la tuya.
En definitiva;
«Mi deseo o el tuyo»
Todo esto, lejos de plantear dilemas entre voluntades opuestas, propone algo que Vicente Aleixandre jamás hubiera imaginado; un dilema entre iguales
“Tu destrucción o mi destrucción”.
La destrucción o el amor aquí