Al contrario que las abejas y las mariposas, hay personas que no formamos parte de ningún equilibrio, de ningún ecosistema ni de nada. Lo sabemos, por eso vivimos sin titubear ni mirar a los lados.
De todo el conocimiento que podamos acumular ninguno es mayor que el saber cuánto NO queremos pertenecer a nada. Muchos de nosotros, únicamente con la llegada de un hijo o una hija, sentimos la obligación de construir puentes que nos conecten con el presente continuo, no por nosotros, sino por nuestros hijos/as.
Con el tiempo, tornaremos a ser lo que siempre fuimos; tiempo y camino. El breve instante de ser únicos e insustituibles desaparecerá. Entonces volveremos a sentir que podríamos ser sustituido por una piedra y nadie nos echaría en falta.