Hace algunas décadas, en las escuelas se impartían clases de asignaturas que, aunque no le importasen demasiado a la mayoría del alumnado, este no tenía más remedio que memorizar y demostrar un cierto grado de asimilación frente a profesores y profesoras que ejercían vocacionalmente una profesión bastante respetable.
Ahora el tinglado es otro.
Un experimento dislocado influenciado por pedagogos poseídos por extraños propósitos, unido a políticas demagógicas y erráticas con fuertes basamentos ideológicos que propician normativas y contenidos educativos impracticables.
En clases con una ratio más propia de un concierto de rock, un docente,debe impartir su asignatura valorando; competencias, capacidades, habilidades, destrezas y actitudes; además del conocimiento práctico. Todo ello bajo presiones de distintos actores sociales que van agregando nuevos contenidos sin reflexionar sobre qué aprendizajes debieran ser asumidos por la educación escolar y qué otros deberían ser responsabilidad de otros agentes. De esta manera el sistema educativo en su pretensión de educar en todo a todos, obliga, mediante mucha adaptación, diferenciación y flexibilización, que los profesores ejerzan de psicólogos, consejeros, tutores, orientadores, secretarios, asistentes, traductores, vigilantes y administrativos de una asignatura que ha de adaptarse según las capacidades de cada alumno/a (¡UN INFIERNO!)
Nunca en la historia los jóvenes españoles han estado tan preparados;
preparados para esperar un milagro, para ser explotados o para emigrar.
El Ministerio de Educación español debiera llamarse;