EL muñeco y la persona.
Hace muchos años, un día de un caluroso verano, me encontraba paseando por el Central Park. Bajo la sombra de un gigantesco arce había una muñecote de un personaje infantil muy famoso repartiendo globos para promocional una película (de él mismo). Los niños, de entre tres y ocho años, se arremolinaban a su alrededor dando saltos de alegría mientras los padres sacaban fotos del asunto. El disfrazado llevaría bastante rato a juzgar por los cientos de globos que se veían por todo el parque. Cuando se le acabaron los globos los niños comenzaron a marcharse, y transcurridos unos minutos el asfixiado se quitó la cabeza (del muñeco) y la dejó en el suelo, para proceder a quitarse el resto del disfraz. En ese instante, un par de niños que estaban mirando, no muy lejos de allí, se quedaron estupefactos al descubrir que dentro del muñeco ¡había una persona! Uno de los pequeños se puso a llorar a los gritos mientras señalaba la cabeza de su sueño decapitado.
Los niños no saben que dentro de los muñecos que se mueven como personas solo hay una persona. Y los adultos no llegamos a darnos cuenta que dentro de una persona, muchas veces, tan solo hay un muñeco.