La antropóloga más referenciada sobre el amor y el sexo; la doctora Helen Fisher, propone la teoría de la que la humanidad ha desarrollado tres sistemas cerebrales para el apareamiento y la reproducción: La lujuria, el amor romántico y el apego. Con todo el respeto del mundo para mi admiradísima doctora, yo agregaría tres más:La necesidad, el cálculo mental y el desconcierto. Sobre el amor y el sexo, la doctora Fisher ha confirmado lo que ya intuíamos: las mujeres en la fase de atracción exhiben un aumento de la actividad en varias regiones del cerebro asociadas con la evocación de la memoria o rememoración ( Lo que no dice la doctora, y digo yo sin ningún complejo POR QUE LO SÉ, es que, la memoria o la rememoración se refieren también al sexo, lo que ocurre es que las mujeres no pueden ser cínicas, porque ya sabemos que eso es un rasgo de los asquerosos de los hombres). En cambio los hombres tendían a mostrar actividad en dos regiones; la asociada con la integración de estímulos visuales y la segunda relacionada con la erección del pene (y presumo yo que del culo, según otras preferencias sexuales).
No estábamos mal encaminados cuando decíamos que las mujeres se enamoraban con la cabeza y los hombres con la polla. A partir de la constatación científica de este hecho (que es OTRA MENTIRA) deberíamos asumir que los hombres son víctimas de sus ojos cómo las mujeres lo son de su idealización. O dicho de otras maneras; ellos se enamoran con los ojos y ellas de su imaginación. Ello explica que para corromper a un hombre solo tengas que poner la tentación frente a sus ojos, mientras que para corromper a una mujer, conque ella lo tenga en su cabeza ya es suficiente. Las mujeres siempre han sabido esto, por eso cuando se enfadan con los hombres les quieren arrancar los ojos. Y ellos, tan estúpidos, no pueden probar que ellas tienen las mismas tentaciones y deseos que ellos, simplemente porque ellas lo pueden disimulan mejor.
Tal vez sería más llevadero si los hombres no tuvieran ojos y las mujeres cerebro, porque ya tenemos la confirmación de que al revés no funciona todo lo bien que debiera.