Dioses envidiosos

Share
0
(0)

(Relato: Soñar despierto)

Siempre llevo mi cuerpo a muchas partes; como se lleva una mercancía en tránsito. Mi cuerpo siempre tiene dónde ir, a veces solo, a veces conmigo. Lo dejo hacer cosas con la gente para que gaste energía, y muchas veces, yo me ausento. Ayer, por ejemplo, me fugué en este recuerdo contigo:

Tú no tenías ropa, y yo, además, ganas de demorarme en ti.
Tú te ofrendabas con lento regocijo y yo te profanaba sin límites.
Los dos nos articulábamos con delicadeza, para luego, encajar con violencia hasta el fondo.
Tus ojos eran dos intermediarios que pedían placer, mucho mucho placer.
Ese placer era toda mi causa en ese instante eterno.
Yo atrapaba en mis garras tu faz erotizada.
Tú decías sigue, pedías sigue, gritabas sigue,
Cediendo a gritos tus cumbres brutales.
Luego nos vaciábamos compulsiva y lentamente, sin dejar de mirarnos;
sin pestañear.
Al final, empapados en amor, nos replegábamos abrazados.
Y nos quedábamos en silencio, uno, dentro del otro.Tarde por la noche,  traje mi cuerpo a casa. Lo duché, le di de comer, le cepillé la sonrisa extorsiva, lo metí en la cama, y yo me puse a leer. En un momento de la lectura, se cruzó tu boca con la lengua afuera abriéndose hacia el centro de mí. Como comprenderás así no se puede leer nada, de modo que abandoné la lectura, apagué la luz, y me quedé contigo haciendo guarradas, mientras mi cuerpo fingía dormir.

Los Dioses nos envidian cuando hacemos el amor. (Y tus vecinos nos odian)

¿De cuánta utilidad te ha parecido este contenido?

¡Haz clic en una estrella para puntuar!

¡Siento que este contenido no te haya sido útil!

¡Déjame mejorar este contenido!

Dime, ¿cómo puedo mejorar este contenido?

Share

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *