Cada uno tiene su blá blá.

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Está comprobado que las mujeres hablan más que los hombres. Quizás se deba a los miles de años que han permanecido esperando en lugares aburridos. Como contrapartida los hombres hablan bastante menos, podría deberse a la estrategia depredadora que les ha obligado a permanecer ocultos entre matorrales y en silencio. En lo que no hay dudas es que estas peculiaridades de cada género siguen estando presente en sus conductas, como si ellas siguiesen aburridas y ellos calladitos esperando dar el zarpazo.
En cierta ocasión me encontraba dando un paseo, cuando, en un momento me adelantó un señor de unos sesenta años. Segundos después, me adelantó una señora más o menos de la misma edad a paso un poco forzado, hablando sola. Al pasar por mi lado ella le dijo en voz bastante alta, al señor, que presumo era su marido.

– Caminas tan rápido que no hay manera de hablar contigo.
– Eres tú la que camina muy lento y no paras de hablar –contestó él con fastidio.

   La mujer posee el don de poder hacer varias cosas a la vez, incluso en sitios distintos. En cambio el hombre tiene serias dificultades de concentración para realizar dos cosas al mismo tiempo, como caminar y mascar chiche o afeitarse y pestañear.

Una mujer puede hacer un sudoku mirando la televisión mientras habla por teléfono al mismo tiempo que se pinta las uñas.

   Es evidente que la naturaleza dota a cada especie de habilidades para su supervivencia, luego, si hombres y mujeres no tienen las mismas habilidades podría deberse solo a dos cosas; que no sean exactamente de la misma especie, o que la naturaleza haya metido la pata.

   En principio uno debería pensar que si las mujeres hablan mucho y tienen memoria y los hombres hablan poco y son olvidadizos, la providencia ha querido compensar sus recursos. Lo único que cabría dilucidar es si ellas hablan mucho porque ellos no prestan atención, o ellos hacen oídos sordos porque ellas hablan demasiado. En una dirección o en otra, lo importante es llegar a un entendimiento que no pasa por repartir equitativamente las palabras y los silencios sino por comprender la naturaleza de cada género. La solución para que una mujer tenga una pareja que hable, escuche y memorice igual que ella, es que se ayunte con otra mujer. Exactamente lo mismo sugiero a los hombres.

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