El aumento de la longevidad, nos ha traído un montón de problemas, el principal es creer que por tener más experiencia vamos a tener más posibilidades, cuando está demostrado que las posibilidades solo vienen si tenemos la edad de tener “esas” posibilidades.

   Nos machacan constantemente diciéndonos que podemos tener una vida plena de sexo, drogas y rock and roll hasta que queramos, pero al llegar a cierta edad, lo único que nos queda de manera habitual, de aquel discurso, son drogas para evitar (para evitar cualquier cosa). Con la longevidad, solo puedes conseguir que sigan vivos nuestros deseos, pero no la posibilidad de colmarlos. Si fuese tan fácil y natural tener una relación sexual plena desde los veinte hasta los ochenta, ¿Por qué hay tantos anuncios de clínicas para la disfunción eréctil? ¿Qué sentido tiene el viagra? ¿Por qué se operan las mujeres para parecer más jóvenes? ¿Por qué los tipos mayores contratan prostitutas jovencitas? ¿Cuántas personas desnudas de cincuenta años salen en las portadas de los magazines? ¿Alguien ha oído de un prostíbulo de la tercera edad?
    En este sentido, es más honesto decir en voz alta; mire usted, señor, (o señora),  no haga caso a todas esas personas que dicen que tienen una vida sexual muy satisfactoria después de los cincuenta: no es que sean unos mentirosos, es que la frase “vida sexual satisfactoria” es muy relativa y no hay manera de contrastar. Lo usual, o sea; lo normal; lo habitual; lo corriente; lo que le ocurre a la mayoría es que, en términos sexuales, entre lo que desean y lo que tienen, haya un abismo, y en muchas ocasiones; un cataclismo, aunque si usted quiere aspirar: aspire, aspire, aspire hondo.